Par Luis Angel Cobos Sanchez
AUNQUE TU NO LO SEPAS
Aunque tú no lo sepas
has dejado un vacío,
de esos que no se llenan
más que de escalofríos.
Aunque tú no lo sepas
has dejado una huella,
una playa desierta,
una ola de pena.
Aunque tú no lo sepas
cada día vuelvo a la arena
a buscar tus pisadas
y me abrazo a lo que queda.
A donde han ido tus pies?
Qué mar robó tus huellas?
Qué aire más traicionero!
Qué triste canto de sirenas!
Tal fuera tu destino
buscar en otra mar postrera,
nuevas piedras en nuevo camino,
para pisar arenas nuevas.
Nada más grande que mi herida.
Nada más lejos que tu tierra.
Solo queda el negro consuelo
que abrazarme a tu blanca piedra.
COMO ME DUELE ESTE SILENCIO
Como me duele este silencio
de tierra fraguada en amargura.
Sueño tu voz,
desesperada garganta que araña el alma.
Mientras el pecho se agarrota entre verdades.
Lágrimas de mis ojos,
estrellas de un mismo cielo.
Amarga espera de tu palabra.
Mi voz llora por tu sangre.
Apenas todo es un instante.
Apenas se descuida la palabra
surgen promesas de esperanza.
ERES TU
Tu eres el mensaje, la palabra no escrita.
Tus manos la entrega que se arrodilla
ante el que busca tu generosa sabiduría.
Tu sudor, amor cumplido de enamorado,
brazo abierto como sangre laboriosa
que orquestan tus manos y la pluma.
Hacedor de palabras a salvo de furores y de angustias.
Tu cotidiana hazaña, ser hombre bueno,
dejando al aire tus entrañas.
Tu vida se colma en lo sencillo,
latido gozoso en cada nuevo comienzo.
Hombre de esfuerzo y de pureza,
amante fiel de una vida docente,
donde tu alma morena muestra su grandeza.
Ahora perseguimos tu ausencia
con palabras que no existen,
buscando en la memoria cansada
la imagen de tu huella y tu mirada.
Los días quieren saber de tí
y es urgente que traigas la luz
antes que se derrumbe el sol.
LA HERENCIA DE LAS RUTINAS
Tu urgencia de vivir era la causa,
el desasosiego del silencio.
Tu testimonio no es sino darse,
compartir para albergar más soledades
que crezcan por dentro en un nuevo latido.
Cerraste a puerta a la vez que los ojos
y sembraste de adioses el silencio.
Mientras, a lo lejos, nacían lágrimas con estupor.
Ya tenías el mar por dentro
y la altura de la noche llegaba a tu pecho.
Ahora, unos ojos negros queman la tierra amarga,
mientras otros riegan tu pequeño jardín,
aquel que mirabas con el cristal de tu sonrisa.
Diríase que todo parece un encargo de última hora.
Tus humildes proyectos dormían entre las manos,
acariciando la vida con un manojo de ilusiones.
Sé que tus párpados te pesaban, como mortecina piedra,
al ver el sollozo de la escasez,
el hondo llanto del desamparo,
como el polen de la soledad
que alberga unos ojos saltones
pidiendo pan a gritos de silencio.
Las arrugas de tus días, eterna historia,
y tu mirada caída de la espera,
solo necesitaban el plato diario de sonrisas,
cuenco repleto de caricias.
Ahora, todo se encoge y empequeñece
desde que faltan tus manos para moldear
la sonrisa de algunos y esculpir sueños
con los besos del tiempo de muchos.
Hoy, profesor, alguien da testimonio de ti
heredando tus rutinas,
haciendo que las mañanas sigan sonriendo
a las esperanzas de muchas vidas.
Profesor este es mi brazo,
con él la palabra perenne en tu recuerdo.
Descansa profesor, tus encargos se verán cumplidos
viviendo en una rutina dulcemente heredada.